En las cumbres del entusiasmo tecnológico tenemos la oportunidad de ignorar lo irrelevante. Valoramos la utilidad, la estética y la imaginación. Nuestra atención se concentra en cómo la tecnología puede hacer más significativa la experiencia humana.
Practicamos esta meditación continua como parte de una amplia comunidad de pensadores y hacedores, que abrazan el ponerse metas más altas y que están encantados con el vasto potencial que ofrece la innovación.